A
principios del siglo XX, aprovechando la novedad de las investigaciones
sobre radiactividad, empresas de cosmética fabricaron y distribuyeron
productos radiactivos. Las prestigiosas marcas prometían una belleza
“radiante”.
Con
frases como: “La radioactividad te hará sentir más sano” se anunciaban
algunos productos durante la década de 1920 y 1930 en países como EEUU o
Alemania. El descubrimiento del radio, a manos del matrimonio Curie
unos años antes, había abierto un abanico de posibilidades a la
industria, que lo convirtió en una especie de remedio milagroso para
todo.
El
Radio en los productos cosméticos prometía ser la bendición. En los
glamourosos años 1930, las mujeres querían ser el centro de atención de
todas las miradas. De la noche a la mañana, el mercado se llenó de
bebedizos y cremas que contenían radio y que prometían aumentar la
virilidad o impedir la caída del pelo (aunque se consiguiera el efecto
contrario en tiempo record). Durante años, se utilizó el producto de
manera inconsciente hasta que empezaron a morir los primeros afectados:
trabajadores que morían en apenas unos meses o víctimas de sus propias
invenciones a las que el cáncer devoraba los huesos. Para algunos, el
descubrimiento de los letales efectos del radio llegó demasiado tarde.
Tho-Radia:
Marca de belleza radioactiva que era anunciada como la creación de un
tal Alfred Curie, inventado por la propia farmacéutica. Propone mujeres
luminosas y labios refulgentes a base de cremas, lápices, coloretes,
dentífricos y jabones bien nutridos de radio para que la hermosura
brille en la oscuridad. Los fabricantes de este cosmético, compuesto a
partes iguales de torio y radio, no solo prometían iluminar la cara de
las damas, sino que anunciaban sus supuestos poderes “curativos”.
Radithor:
Comercializado entre 1918 y 1928, contenía una pequeña cantidad de agua
destilada a la que se añadía una porción de radio. Se anunciaba como
una “fuente de luz permanente” capaz de curar el cáncer, las
enfermedades mentales y hasta la impotencia. El conocido empresario Eben
Byers se convirtió en el más firme defensor de Radithor y se tomó tres
botellas al día durante dos años. En 1930, tuvo que dejarlo tras
comprobar que su mandíbula se caía literalmente a trozos por el efecto
del radio sobre los huesos. Su muerte, en 1932, fue el primer aviso de
que lo que estaban consumiendo miles de ciudadanos era una bomba de
relojería.
Pasta de dientes Doramad:
Torio radiactivo para los dientes. Fue producida durante la Segunda
Guerra Mundial por la casa Auergesellschaft de Berlín. Como reclamo
publicitario, sus fabricantes aseguraban a los usuarios una sonrisa
“radiante”. En el dorso del tubo dentífrico se podía leer lo siguiente:
“la radioactividad incrementa las defensas de los dientes y las encías”.
Radiendocrinator:
Fabricado por los supuestos Laboratorios Endrocrinos Americanos, y
recomendado para mejorar la salud de los varones. Según sus creadores,
el artilugio debía colocarse sobre las glándulas endocrinas para
producir sus beneficios. Recomendaban llevarlo en el bolsillo o
colocarlo bajo el escroto durante la noche.
Supositorios Vita Radium: producidos
por una compañía de Denver, los supositorios garantizaban a los hombres
“desanimados y débiles” una rápida recuperación gracias a los efectos
del radio sobre las glándulas.
Preservativos Nutex: Estos condones radiactivos, gracias al radio que contenían, mejoraba la potencia sexual del que los llevaba.
Provaradior:
Comercializado en Francia, se anunciaba como un poderoso revitalizante
para los animales de granja, que crecerían más y más fuertes gracias a
los efectos del radio.
Tabletas de chocolate:
Fabricadas por la casa Burk & Braun, se vendieron en Alemania entre
1931 y 1936 bajo el reclamo de sus poderes rejuvenecedores.
Revigator, jarras para radiar el agua: fue una de las prácticas más comunes durante los años 20 y 30. Entre todos los sistemas, el Revigator
fue el que alcanzó mayor popularidad: “Rellena la jarra de agua cada
noche, los millones de rayos penetran en el agua para formar ese
saludable elemento que es la RADIO-ACTIVIDAD. Al día siguiente, toda la
familia dispone de seis litros de auténtica y saludable agua
radioactiva. Bebe tranquilamente cada vez que tengas sed hasta completar
una media de seis vasos al día”.
Juguetes radiactivos
Pero
no todo queda ahí, aunque el uso de la radiactividad en cosméticos y
medicinas acabó sus días pronto, en otros productos como los juguetes
seguía estando presente.
Un
ejemplo es este pequeño laboratorio que era uno de los más elaborados
que se fabricaron. Estuvo a la venta hasta 1952, por su elevado coste
(unos 35€) fue corto su periodo de vida.
El
juego contenía cuatro tipos de mineral de uranio, una fuente de
beta-alfa (Pb-210), una fuente de beta puro (Ru-106), una fuente de
rayos gamma (Zn-65), un espintariscopio, una cámara de niebla con su
propia fuente alfa (Po-210), un electroscopio, un contador Geiger, un
manual, un libro de historietas (Dagwood Divide el Atomo) y el manual
“La prospección de uranio”.
La
fiebre por la radiactividad se mantuvo hasta bien entrados los años 80
aunque a finales de los 60 se prohibieron las muestras de elementos
radiactivos en ellos.
A
pesar de que se terminaron conociendo los efectos nocivos, la palabra
“radio” quedó instalada como algo prestigioso en la mente de muchos
consumidores durante décadas. Así, el término "Radium" pasó a utilizarse
en algunos productos, como sucede con las palabras Platinum o Gold.
Fuentes:
fogonazos.es
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